LA CATEQUESIS HOY: UN RETO PASTORAL

INTRODUCCIÓN: PONENCIA BALDOMERO (descarga del documento)

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La catequesis es una actividad fundamental de la Iglesia y, como toda actuación pastoral, está sujeta a reflexión y revisión con el fin de redescubrir su verdadera naturaleza en el momento social y eclesial en que se realice. Valgan como avance en este sentido las siguientes palabras del Papa: «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están» (EG 25).

El tema que nos ocupa es de carácter introductorio en el PFC. Su finalidad es que los catequistas se sitúen ante el hecho catequético, en general, a la luz del Magisterio y de las circunstancias pastorales nuevas. Los OBJETIVOS, pues, que se pretenden son:

*    Por una parte, enmarcar la catequesis dentro del proceso evangelizador de la Iglesia y,   consecuentemente, que los catequistas tomen conciencia que no se trata de una acción aislada y desconectada de las otras actividades pastorales, de la pastoral de conjunto.

*    En segundo lugar, conocer cuáles son los retos que la catequesis debe afrontar hoy y qué respuestas pastorales procede dar. Abrir horizontes hacia nuevas líneas de la catequesis.

*    Y, finalmente, descubrir y asumir algunas conclusiones operativas que permitan a los catequistas realizar su función con nuevos criterios pastorales.

Conviene hacer la observación de que todo proyecto de renovación puede provocar actitudes o sentimientos contarios: a) Estímulo e ilusión (prospectiva de novedad); b) Pesimismo – desconfianza ( se contempla como una carga).  ¡Ojo!   También la pastoral caben estas actitudes. La consecución de los objetivos y de la meta final meta es siempre progresiva.

 

1. LA CATEQUESIS: ACTIVIDAD DE LA IGLESIA

1.1.    LA IGLESIA EXISTE PARA EVANGELIZAR (EN 14)

Del Cristo evangelizador a la Iglesia evangelizadora (cfr. EN 6-16).

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres». Con estas palabras comienza Jesús su misión en Galilea, «para esto he sido enviado» dirá también a sus discípulos (cfr. Lc 4, 43).

 Estas palabras de Jesús definen su misión como evangelizador y determina la naturaleza y misión de la Iglesia, continuadora de su obra salvífica. De ahí que afirme  Pablo VI:

     “Evangelizar constituye, en  efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14).

¿Qué es evangelizar?

No basta conocer que la misión de la Iglesia es evangelizar. La misma EN se hace la siguiente pregunta: “¿Qué es evangelizar?” (cap.II). La respuesta a esta pregunta nos la da la misma Exhortación Apostólica:

     “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (EN 18).

La acción, pues, evangelizadora de la Iglesia se realiza en toda actividad que anuncie la Buena Nueva y lleve a su transformación conforme a dicho anuncio.

Tarea compleja y plural

Se trata por tanto de una tarea compleja, que abarca a toda la misión de la Iglesia y a todo su hacer en el mundo.

     “La evangelización, hemos dicho, es un paso complejo, con elementos variados…Estos elementos pueden parecer contrastantes, incluso exclusivos. En realidad son complementarios y mutuamente enriquecedores. Hay que ver siempre cada uno de ellos integrados con los otros” (EN 24).

Se corre, ciertamente, el peligro de identificar “evangelización” con uno de sus elementos y dimensiones. De ahí que:

     “Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla. Resulta imposible comprenderla si no se trata de abarcar de golpe su elementos esenciales” (EN 17).

Esta advertencia sobre el peligro de “parcializar” el contenido de la evangelización se debe a que, ante la rica pluralidad de actividades que encierra, se corre el riesgo de identificar “evangelización” con una de ellas. Efectivamente, así ha sucedido en la teología pastoral:

     “De ahí que se haya podido definir la evangelización en términos de anuncio de Cristo…,de predicación, de catequesis, de bautismo y de administración de los otros sacramentos” (EN 17).

 

1.2.    LA CATEQUESIS EN EL PROCESO EVANGELIZADOR.

Analizada la “evangelización” como el ser y el hacer de la Iglesia, y que supone una actividad compleja por la pluralidad de actividades que encierra, se trata ahora de analizar la catequesis en el proceso evangelizador de la Iglesia. El Directorio  General de Catequesis nos dibuja el perfil estructural del proceso evangelizador:

“El proceso evangelizador, por consiguiente, está estructurado en etapas o <momentos esenciales>: La acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequético-iniciatoria para los que optan por el evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana. Estos momentos, sin embargo, no son etapas cerradas; se reiteran siempre que sea necesario, ya que tratan de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad” (DGC, 49)

Tres son, pues, las etapas del proceso evangelizador. A la acción catequética tiene como finalidad la “iniciación en la fe”; le precede, el “primer anuncio” en orden a despertar la fe; y le sigue el “compromiso pastoral” en la comunidad”.

Las tres etapas están interrelacionadas, ninguna es excluyente de las otras, ni mucho menos enclaustrada en sí misma. De ahí que se trate de un proceso dinámico. Sin perder cada una su naturaleza y finalidad específicas, queda, sin embargo, integrada en la globalidad del proceso y, consecuentemente, en interacción con las demás. No sería extraño, pues, realizar una actividad catequética y haya que impregnarla de carácter misionero, como veremos.

 

2.   RETOS DE LA CATEQUESIS: HACIA UN RESDESCUBRIMIENTO DE SU FUNCIÓN.

El “reto” al que ha de hacer frente la catequesis tiene un doble sentido. En primer lugar, la catequesis es una actividad esencial de la Iglesia y, por tanto, está llamada a estar presente en toda la historia de la Iglesia, sean cuales sean las circunstancias socioculturales en las que se tenga que desarrollar. Es un valor eclesial que hay que conservar, establecer y desarrollar en toda comunidad cristiana. Al fin y al cabo se trata del cumplimiento del mandato de Jesús: “Id…”:

      “La catequesis ha sido siempre considerada por la Iglesia como una de sus tareas primordiales, ya que Cristo resucitado, antes de volver al Padre, dio a los Apóstoles esta última consigna: hacer discípulos a toda las   gentes enseñándoles a observar todo lo que Él había mandado” (CT 1).

En segundo lugar –que atañe más directamente al tema-, no se puede olvidar que la catequesis es una “acción pastoral eclesial” y, aunque esté presente el Espíritu, su realización depende de sujetos humanos, se dirige a destinatarios humanos y cuenta con recursos humanos. La reflexión y la revisión son, pues, necesarias e imprescindibles, ya que –como dice el Papa“no puede dejar las cosas como están»(EG 25).

De ahí que, en este sentido, tenga que afrontar distintos retos, es decir, ha de revisarse y renovarse a tenor de las nuevas exigencias pastorales de forma que, sin dejar de ser lo que es, asuma los cambios y nuevas orientaciones eclesiales que la reflexión teológica y pastoral aportan. En efecto: “La catequesis tiene necesidad de renovarse en un cierto alargamiento en su concepto mismo” (CT, 17). Veamos algunos de los principales retos que la catequesis debe asumir y afrontar, dando lugar a nuevas “opciones catequéticas”.

 

 2.1.   HACIA UNA CATEQUESIS EN SENTIDO PLENO

La catequesis tradicionalmente -y nuestra experiencia es testigo de ello- se ha entendido y se ha desarrollado, fundamentalmente, como un conocimiento de conceptos doctrinales relativos a la fe cristiana. Lo principal de la catequesis era el “cuerpo doctrinal”. Esta dimensión cognoscitiva tiene su representación más significativa en la modalidad de “preguntas y respuestas” (Catecismo de Ripalda). Se pretendía básicamente que los catequizandos aprendieran de memoria un conjunto de fórmulas y definiciones que, siendo importante y fundamental, es insuficiente.

¿Cuál es, entonces, el reto que hoy tiene la catequesis? En términos generales se diría que consiste en transcender la catequesis “doctrinal” por una catequesis más amplia y significativa que es la “catequesis de educación integral”. El siguiente texto ilumina la cuestión:   

“Hay, por consiguiente, un concepto amplio o pleno y un concepto más restringido de catequesis. La catequesis, en el sentido restringido, es la enseñanza elemental de la fe, es decir, la transmisión del mensaje cristiano, en sus elementos fundamentales…

“La catequesis en sentido pleno es la iniciación cristiana integral, es decir, una iniciación no sólo en la doctrina, sino también en la vida y culto de la Iglesia, así como en su misión en el mundo” (CC 79).

Esta segunda dimensión es hacia la que ha de orientarse la actividad catequética y, por tanto, la que debe ocupar la mente y el hacer del catequista. Se trata de enriquecer la naturaleza de la catequesis:

   “En las actuales circunstancias de la Iglesia y del mundo, el sentido restringido de catequesis no basta. La catequesis en sentido pleno incluye su sentido restringido, pero lo desborda. No es un debilitamiento de la dimensión cognoscitiva de la catequesis, sino un enriquecimiento de esa dimensión, vitalizándola con una educación en la vida evangélica, con una iniciación en la oración, en la liturgia y en la responsabilidad pastoral y misionera de la Iglesia” (CC 80).

La tarea, ciertamente, no es fácil. Supone esfuerzo mental, preparación teológico-pastoral y lucha contra la resistencia de una costumbre que ha dejado huella en un estilo catequético practicado durante décadas. Pero ahí está el reto, en progresivamente ganar terreno a la costumbre e implantar una nueva dinámica catequética.

 

2.2.    HACIA UN A CATEQUESIS DE INSPIRACIÓN CATECUMENAL

Hemos visto que la actividad catecumenal constituye un momento o etapa del proceso evangelizador de la Iglesia. El “catecumenado” en los primeros siglos (II-V) y su implantación renovada después del Concilio, está orientado a la iniciación cristiana  de los adultos recién convertidos para recibir el bautismo. El Catecumenado es, pues, un proceso de formación cristiana que implica un itinerario de conocimiento y vida cristiana.

¿Qué significa, entonces, aplicar esta dimensión catecumenal a la catequesis?:

             “Poco a poco se toma conciencia de la necesidad de que, hoy, el proceso de catequización tenga una inspiración catecumenal” (Sínodo 77, Pr. 30; cfr. CC, 83).

    

             “Dotar a la catequesis de una inspiración catecumenal es hacer de ella un proceso de iniciación cristiana integral” (CC 83).

 

Dos aspectos implica esta “inspiración catecumenal: Resaltar el carácter “iniciatorio” de la catequesis y el carácter “procesual”.

*    Carácter iniciatorio:

Catequizar –independientemente de la edad y situación- siempre conlleva el valor educativo de la “iniciación”. Precisamente porque la catequesis es un crecimiento en la fe, necesariamente el catequizando ha de iniciarse en las dimensiones que la fe encierra. Se trata de un aprendizaje existencial progresivo en los valores de la fe y vida cristiana.

            “Según esto, una catequesis inspirada en el modelo catecumenal es una iniciación en la realidad desbordante del misterio de Cristo, iniciación que implica una gran riqueza de dimensiones” (CC 84).

 

A modo de síntesis, señalamos algunas de las dimensiones en las que han de iniciarse progresivamente los catequizandos (cfr. CC 85-93):

–     “Iniciación orgánica en el conocimiento del misterio de Cristo…” Se trata del conocimiento de la fe”

–     Iniciación en la vida evangélica, es ese estilo de vida nuevo…” “Educación “en las actitudes específicamente cristianas” Educación en lo valores.

–     Iniciación en la experiencia religiosa genuina, en la, oración y en la vida litúrgica…” “Hemos de cuidad muy especialmente la iniciación a la celebración litúrgica…”

–     Iniciación en el compromiso apostólico y misionero de la Iglesia”. “Esta educación…habrá de acomodarse con todo cuidado a la edad de los destinatarios…”

El valor de iniciación es fundamental y específico de la catequesis. La dificultad  en su aplicación no puede despistarnos de lo que es un rasgo “original”:

“Este carácter iniciático en la totalidad de la vida de la comunidad cristiana es lo que confiere a la catequesis su peculiaridad original dentro del proceso de la evangelización” (CC 101)

*    Carácter procesual

La dimensión de “proceso” que debe tener la catequesis viene a dar respuesta a una concepción catequética  orientada puntual y exclusivamente a la recepción del sacramento. Nadie duda del valor que tal preparación sacramental encierra, pero se pierde de vita la dimensión de proceso que la educación integral de la fe exige y el concepto de «catecumenado» conlleva. Más que concebir el sacramento como finalidad de la catequesis, ha de entenderse como centralidad del proceso catequético.

“Los sacramentos de la iniciación cristiana se sitúan, pues –entre nosotros-, como elementos esenciales, interiores a un  proceso formativo en el que intervienen acciones educativas diversasmás que como meta final del mismo” (CC 104). De ahí que se hable de “catequesis de inspiración catecumenal”.

La presión social sobre los sacramentos de la iniciación cristiana ha condicionado la dinámica de su preparación. Ésta ha quedado reducida a una catequesis inmediata pre-sacramental. El reto al que se enfrenta la catequesis hoy es superar la inercia de la inmediatez por la dinámica procesual.

No es tarea fácil, porque intervienen muchos condicionamientos socioculturales que han arraigado en la costumbre de la práctica cristiana. Por eso es un reto que hay que asumir con la paciencia y la prudencia pastoral que convengan, pero con la claridad y constancia necesarias:

             “La catequesis es un proceso –que empieza y termina- de iniciación cristiana integral. SI por una parte ha de ampliar sus tareas para que la formación cristiana sea completa, por otra parte, ha de limitarse en el tiempo por ser sólo iniciación” (CC 101).

No se trata, por tanto, de una catequesis permanente y continuada, que abarque a las distintas edades, sino de distintos ciclos catequéticos que, garantizando la formación permanente, se respetan las distintas circunstancias vitales y sociales.

El proyecto catequético diocesano de iniciación cristiana, establecido para chicos/as, abarca tres momentos: Despertar religioso (6-8 años); Iniciación a la Eucaristía (8-10 años); e Iniciación a la Confirmación (10-12 años). Dicho proyecto contemplado en clave de “proceso”. Resalta el sentido de unidad y coordinación. Implantarlo en su integridad es el reto que debe asumir la pastoral diocesana.

 

2.3. HACIA UNA CATEQUESIS DE TALANTE MISIONERO.

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Un tercer reto al que ha de hacer frente la catequesis consiste en impregnar el desarrollo catequético de elementos específicos de la pastoral misionera. ¿Qué se entiende, pues, por “catequesis misionera”?

Hemos visto al comienzo del tema que la “catequesis” es una etapa o momento del proceso evangelizador de la Iglesia, cuyo objetivo es la “profundización en la fe”. Le precede la atapa misionera, cuyo objetivo es el “despertar la fe”. La catequesis misionera consiste en insertar en su proceso elementos característicos de la fase misionera. Y así, donde se presupone que está asumida la fe y por eso se profundiza en ella (catequesis), hay que provocar o despertar la fe (acción misionera). De ahí que se compagine catequesis con el primer anuncio. Así se manifiesta el Magisterio:

Contexto de misión.

Dos circunstancias pastorales motivan y justifican esta dimensión misionera de la catequesis. Por una parte, la pastoral de cristiandad, que ha descuidado la formación básica en la fe; y, por otra, el ambiente sociocultural de secularización e increencia, que envuelve toda la existencia. Los siguientes textos resumen y describen ambas circunstancias:

«Creemos que el reto más importante al que se enfrentan hoy la mayoría de las parroquias es el paso de una pastoral de cristiandad a una pastoral de misión. Más en concreto, el paso de una pastoral de conservación dedicada preferentemente a instruir la fe de los practicantes y alimentar la vida cristiana de los fieles por la participación en los sacramentos, a una pastoral orientada a hacer presente en la sociedad la fuerza salvadora y humanizadora de Jesucristo» (Congreso P. Evang. 1988, Concl. 17).

Toda una gran muchedumbre, hoy día muy numerosa, de bautizados, en gran medida no han renegado de su bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo viven” (EN, 56).

             “La actividad misionera <representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia> y <la causa misionera debe ser la primera> …y que hace falta pasar <de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera>” (EG, 15).

Estos y otros muchos textos, que describen nuestra realidad como un contexto de “misión”, son suficientemente elocuentes para asumir el reto de dar a la catequesis un talante misionero, es decir, catequizar como si los destinatarios de la catequesis fueran realmente “alejados” y necesitaran un “primer anuncio” que les motivara a redescubrir la fe.

Respuesta catequética

 La catequesis no puede estar al margen de esta realidad pastoral. De ahí que tomer un sentido “misionero” sin que pierda su identidad específicamente “catequética”.

“La catequesis debe a menudo preocuparse no solo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, a abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo” (CT, 19).

“Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o <kerygma>, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial” (EG 164).

En consecuencia, cabe afirmar:

“Una veces, la catequesis deberá acentuar la función misionera y tratará de suscitar, muy en primer término, la conversión al evangelio..Otras veces, sin embargo, la catequesis deberá asumir su función más propia y se propondrá como objetivo el capacitar a los convertidos para una vida cristiana adulta en la comunidad” (CC 49).

 

3.CONCLUSIONES PASTORALES

*    Hacia una catequesis evangelizadora. La catequesis no es una actividad aislada en el proceso evangelizador de la Iglesia. En la práctica, y dadas las circunstancias socio-pastorales, interactúan con la actividad misionera y con la      actividad específicamente pastoral. El catequista, por tanto, ha de sentirse “agente evangelizador” e integrado en una pastoral de conjunto.

     –     ¿Somos conscientes de ser “evangelizadores” y, por tanto, “agente pastoral” en el contexto de la pastoral de conjunto de la parroquia?

*    Hacia una catequesis en sentido pleno. El catequista ha de superar toda obsesión por una catequesis exclusivamente de aprender fórmulas. Sin descuidar en su justa medida tal preocupación, ha de acentuar el sentido pleno de la catequesis, esto es, la “educación cristiana integral”. Se trata de ayudar a que los catequizandos crezcan en la fe y desarrollen su personalidad de cristiano.

–     En el quehacer ordinario de la actividad catequética, ¿prevalece la preocupación por “educar la fe” o sigue siendo dominante la preocupación por enseñar unas fórmulas del catecismo?

*    Hacia una catequesis de inspiración catecumenal. La catequesis, en cuanto “iniciación”, debe ampliar el ámbito de la educación a los aspectos cognitivos, actitudes, experiencias religiosas, etc. Y en cuanto que se trata de un “proceso”, es fundamental estimular y motivar, tanto a los padres como a los catequizandos, a realizar el proceso completo de la iniciación cristiana de la diócesis. Es un proceso catequético progresivo. En lo posible, romper la cadena  de: “Yo ya hice la primera comunión”.

   –    ¿Hay experiencia en los catequistas de realizar un trabajo catequético en clave de “iniciación”?     

   –    ¿Existe la conciencia de asumir como ordinario el proyecto diocesano de la iniciación cristiana?

*    Hacia una catequesis de talante misionero. No debe extrañarse el catequista, más bien al contrario, de la realidad secularizada tanto de las familias como de los que asisten a la catequesis. Predominan los “bautizados o evangelizados”. No hay que dar por supuesto el “·despertar religioso”. En la mayoría de los casos y de las veces hay que suplir la deficiencia de formación religiosa en las familias. De ahí que la “catequesis” abarque también facetas de la acción misionera, v.g. primer anuncio.

     –    ¿Bajan, y parten, los catequistas a la realidad concreta de los catequizandos, muchas veces, desmotivados, desconectados de lo religioso, sin experiencia religiosa familiar etc.?

En definitiva, el reto de la catequesis en busca de una mejor respuesta para la educación cristiana integral, es también un reto para el catequista. Afirma el Papa: “Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena” (EG, 165).     

SIGLAS-DOCUMENTACIÓN:

CC: “La Catequesis de la Comunidad”, de la C. Episcopal de Ens. y Catequesis, EDICE, Madrid, 1983, nº 49,79,80,83,104.

CT: “Catechesi tradendae”, Exhortación Apostólica de J. Pablo II sobre la catequesis hoy, 1979, nº 17, 19.

DGC: “Directorio General para la Catequesis”, de la Congregación del Clero, 1997, nº 49.

EG: “Evangelii gaudium”, Exhortación Apostólica del papa Francisco, 2013, nº 15, 164

EN: “Evangelii nuntiandi”, Exhost. Apostólica de Pablo VI sobre la evangelización, 1975, nº 14, 17, 18, 24, 56.

 

 

 

 

 

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